DOS PROPUESTAS Y UN FUTURO IGNOTO

La neblina de la incertidumbre se apodera del Perú, cargando dudas, temores y miedos. Es como un fantasma que se pasea en nuestras mentes y nos notifica un futuro sin mañana, quizás muchos nos preguntamos cómo llegamos a esta situación, o ¿en qué momento se jodió el Perú?, replicando la célebre frase de aquel novelista, pero qué novedad existe, si la sinrazón es la esencia viva de nuestra historia, la cual suministra alimento vivo al continuismo de aquella neblina incierta, jubilosamente desearíamos discurrir en la negación e imaginar que todo es parte de un sueño propiciado por un nefelibata trágico que pronto verá el alba de la esperanza, pero lo cierto es, que tristemente nos merecemos está verdad, realidad que nos empuja a recorrer un camino nebuloso de un futuro ignoto entre dos propuestas.

El electorado consciente ha guardado en sus entrañas el 11 de abril, como una fecha que marcó el hito de nuestro padecimiento, dos propuestas se lograron imponer por mayoría, digno de una democracia que aún nos cuesta percibir, pero ¿qué de peculiar tienen estos dos dilemas que nos arrastran al precipicio de lo incierto y nos obliga a sujetarnos a la cuerda débil del mal menor?

Diversos vociferan que este dilema es solo una lucha de aquel viejo fantasma divisor, que minimiza todo entre izquierda versus derecha, algunos dicen que es la lucha del pueblo oprimido pobre aislado contra los ricos opresores burgueses, haciendo gala de la arcaica lucha de clases y otros ni se esfuerzan, pidiendo solamente ausentismo en la decisión del futuro de la patria con un voto pintando de inválido. Pero, en lo que, si se coincide, es que tendremos a uno de estos dos dilemas sentado en la palestra del poder.

 El “profesor”, con arengas y folklore provinciano, hizo su entrada triunfal a la escena política, Pedro Castillo se ha convertido en ese peculiar personaje que en tiempo electoral se mofa de las encuestas y de la prensa mediática, que, con un discurso de sindicato, engatusa fácilmente al pueblo provinciano. Acompañado de un lápiz amenaza con borrar a la corrupción, siempre con el cuidado de no lastimar al jefe del plan, Vladimir Cerrón, y afinar su lápiz con un tajador hecho por impuestos, estatizaciones y regulación estatal para hincar al sector privado.

La ideología que maneja el profesor y las amistades vinculadas al Movadef se han convertido en su mochila pesada en el ascenso al poder, pues la época de la barbarie instaurada por Sendero es una cicatriz abierta que el pueblo jamás debe olvidar. Perú Libre representa a la izquierda radical que anhela un Estado socialista siguiendo la doctrina marxista, leninista y mariateguista, con una profunda y resaltante admiración al modelo de Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez, rozando con los intereses e ideales del Foro de Sao Paulo que atenta contra nuestra soberanía. La preocupación del electorado emprendedor es comprensible, pues las propuestas radicales que yacen en el ideario de Vladimir Cerrón amenazan la estabilidad en plena tragedia pandémica y potencia la desconfianza, al no tener un ideario actualizado que contemple un plan ante la pandemia.

 Pedro Castillo ha podido percibir el miedo del ciudadano promedio, que teme que Perú se convierta en la nueva Venezuela, por lo que su discurso ha cambiado de rumbo buscando la moderación, técnica que en lugar de mejorar su imagen la perjudica pues es el vivo reflejo de la campaña del comandante Hugo Chávez en el 98.  Pero el único obstáculo entre el poder y Castillo completa el dilema. Una vez más Keiko Fujimori al ritmo del chino volvió a entrar a la escena política, ahora con una imagen distinta y enarbolando la defensa de las libertades, el libre mercado y una propuesta totalmente contraria a la estatista de Castillo. Dos opciones de la cual depende el futuro de la patria.

Keiko se ha convertido en una perenne y tóxica candidata, quedar como finalista se está convirtiendo en parte de su espacialidad. Hablar de Fujimori es hablar de corrupción, conflicto y ansias de poder, es un apellido compuesto por tan solo ocho letras, que abarca un centenar de cuestiones. Sin duda el apellido Fujimori pesa más que una ideología, y Keiko puede ser la viva imagen de aquel amor serrano que refleja su sentir con la población entre el “más me pegas y más te quiero”. Bajo un análisis crítico podríamos visualizar que el rechazo a Keiko corresponde a sus acciones y con mayor preponderancia al pasado de su padre. Ser hija de un dictador que se sumergió en innumerables hechos de corrupción y atentó contra los derechos humanos, pesa y es la mochila que Keiko en su ascenso al poder debe cargar. Un panorama que no excluyo a Manuel Prado Ugarteche, quien llego dos veces al poder a pesar de ser hijo de Mariano Ignacio Prado, personaje que nos abandonó en la guerra con Chile.

 Pedro Castillo y Keiko Fujimori, reflejan el dilema incierto para muchos electores que aún no han plantado una posición clara. Buscar el mal menor nos puede llevar a comprender que ambos pueden reflejar un peligro por las mochilas pesadas que cargan, pero es el momento en que los candidatos se comprometan con la ciudadanía y gesten una hoja de ruta que nos garantice estabilidad y democracia. Priorizar las diferencias ideológicas y los “anti”, se vuelven triviales cuando nuestro futuro económico, político y social está en juego. Entre totalitarismo y democracia, solo existe una opción, por lo cual nos vemos obligados en apostar únicamente por una propuesta que nos garantice los pilares básicos de una democracia, el respeto a la vida, a la libertad y a la propiedad privada, en la búsqueda de minimizar el futuro ignoto.


Publicar un comentario

0 Comentarios