La neblina de la incertidumbre se apodera del Perú, cargando dudas, temores y miedos. Es como un fantasma que se pasea en nuestras mentes y nos notifica un futuro sin mañana, quizás muchos nos preguntamos cómo llegamos a esta situación, o ¿en qué momento se jodió el Perú?, replicando la célebre frase de aquel novelista, pero qué novedad existe, si la sinrazón es la esencia viva de nuestra historia, la cual suministra alimento vivo al continuismo de aquella neblina incierta, jubilosamente desearíamos discurrir en la negación e imaginar que todo es parte de un sueño propiciado por un nefelibata trágico que pronto verá el alba de la esperanza, pero lo cierto es, que tristemente nos merecemos está verdad, realidad que nos empuja a recorrer un camino nebuloso de un futuro ignoto entre dos propuestas.
El
electorado consciente ha guardado en sus entrañas el 11 de abril, como una
fecha que marcó el hito de nuestro padecimiento, dos propuestas se lograron
imponer por mayoría, digno de una democracia que aún nos cuesta percibir, pero
¿qué de peculiar tienen estos dos dilemas que nos arrastran al precipicio de lo
incierto y nos obliga a sujetarnos a la cuerda débil del mal menor?
Diversos vociferan que este dilema es solo una lucha de aquel viejo fantasma divisor, que minimiza todo entre izquierda versus derecha, algunos dicen que es la lucha del pueblo oprimido pobre aislado contra los ricos opresores burgueses, haciendo gala de la arcaica lucha de clases y otros ni se esfuerzan, pidiendo solamente ausentismo en la decisión del futuro de la patria con un voto pintando de inválido. Pero, en lo que, si se coincide, es que tendremos a uno de estos dos dilemas sentado en la palestra del poder.
La ideología que maneja el profesor y las amistades vinculadas al Movadef se han convertido en su mochila pesada en el ascenso al poder, pues la época de la barbarie instaurada por Sendero es una cicatriz abierta que el pueblo jamás debe olvidar. Perú Libre representa a la izquierda radical que anhela un Estado socialista siguiendo la doctrina marxista, leninista y mariateguista, con una profunda y resaltante admiración al modelo de Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez, rozando con los intereses e ideales del Foro de Sao Paulo que atenta contra nuestra soberanía. La preocupación del electorado emprendedor es comprensible, pues las propuestas radicales que yacen en el ideario de Vladimir Cerrón amenazan la estabilidad en plena tragedia pandémica y potencia la desconfianza, al no tener un ideario actualizado que contemple un plan ante la pandemia.
Keiko se ha convertido en una perenne y tóxica candidata, quedar como finalista se está convirtiendo en parte de su espacialidad. Hablar de Fujimori es hablar de corrupción, conflicto y ansias de poder, es un apellido compuesto por tan solo ocho letras, que abarca un centenar de cuestiones. Sin duda el apellido Fujimori pesa más que una ideología, y Keiko puede ser la viva imagen de aquel amor serrano que refleja su sentir con la población entre el “más me pegas y más te quiero”. Bajo un análisis crítico podríamos visualizar que el rechazo a Keiko corresponde a sus acciones y con mayor preponderancia al pasado de su padre. Ser hija de un dictador que se sumergió en innumerables hechos de corrupción y atentó contra los derechos humanos, pesa y es la mochila que Keiko en su ascenso al poder debe cargar. Un panorama que no excluyo a Manuel Prado Ugarteche, quien llego dos veces al poder a pesar de ser hijo de Mariano Ignacio Prado, personaje que nos abandonó en la guerra con Chile.
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