El
título de esta columna corresponde al extraordinario libro publicado por los
argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez sobre la ideología de género y la
subversión cultural de la nueva izquierda, del cual considero oportunas algunas
de sus clarividentes ideas a continuación. No es una traducción, sino mi
resumen personal de un texto de 240 páginas.
El 26
de julio de 1989, el comunista Fidel Castro, anticipándose a la caída de la
URSS, la cual aconteció cuatro meses más tarde, dijo en un discurso: “Si nos
despertáramos con la noticia de la desintegración de la URSS, cosa que
esperamos que no ocurra jamás, aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución
cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo”.
El
Foro de São Paulo, creado en 1990 con la asistencia de 68 fuerzas políticas
pertenecientes a 22 países latinoamericanos, se ha venido reuniendo cada seis
años en la ciudad de San Salvador y ahora en Caracas para seguir luchando y
resistiendo. Las Farc y el Eln, principales traficantes mundiales de cocaína,
han aportado ingentes recursos para impulsar las nuevas ideas del Foro.
La
nueva ideología ya no podía exhibir la hoz y el martillo ni ofrecer la
expropiación de latifundios, ni reformas agrarias, ni divagar sobre la
plusvalía, porque sabían a naftalina, tan solo se aplazaban mientras asumían el
poder. En 1992 comenzaron a aparecer en Latinoamérica una serie de movimientos
aparentemente inconexos al amparo de 458 oenegés para promover marchas del
orgullo gay, feminismo e ideología de género. Para promover la sexualidad como
construcción de la cultura y no de la naturaleza en las etapas previas a
tomarse el poder, ya que, una vez en él, poco les importó el género. El Acuerdo
Farc-Santos menciona el género 100 veces.
Como
las organizaciones de izquierda se quedaron sin discurso para defender,
entonces reemplazaron en forma silenciosa las balas guerrilleras por las
papeletas electorales, con el fin de modificar las constituciones y participar
en la política con numerosos partiditos minoritarios para ganar elecciones con
pocos votos. Implantaron el manejo discrecional de los presupuestos nacionales.
Desacreditaron y debilitaron las fuerzas del orden. Y lo más grave de todo, se
apoderaron de las aulas, del periodismo, de las letras, de la Justicia y de
algunos países. Dejaron de expropiar cuentas bancarias para expropiar la manera
de pensar. En Colombia ya han alcanzado no pocas de estas metas.
Los
autores —Laje y Márquez— afirman en la introducción de libro que escribieron:
“Tras tomar nota de la inadvertencia social que hay en torno de este peligro y,
peor aún, de la vergonzosa concesión que el acobardado centrismo ideológico y
el correctivismo político le vienen haciendo a esta disolvente embestida del
progresismo cultural, de quienes esto escribimos… hemos decidido publicarlo
parafraseando a José Ingenieros: nunca pretendimos presentarnos como
imparciales ante lectores que no lo son y, por lo demás, toda imparcialidad no
deja de ser artificial”.
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